Los tuberculosos

por elcolumnista.net

LA MENTE HIPSTER

IBAN SILVÁN 

Esta semana se ha conocido la noticia más importante desde la catártica crisis y es la del aumento de la tuberculosis. Resulta que nuestra avanzada Europa esconde celosa en su pecho financiero y enfermo medio millón de tuberculosos, de los que mueren 44.000 cada año.

Y esto influye más en la sociedad, en el arte, digo yo, que la crisis misma, que ya sabemos que Chomsky nos prometió -gracias a la crisis- la vuelta «del arte de verdad» (y todavía no es que no hayamos visto nada, es que no nos hemos hecho una idea de a quién descartar). Chomsky -quien sobre todo es un filósofo pasivo y de crítica, no tanto uno alternativo, como se cree- promete mucho, pero yo lo único que veo es tuberculosos.

Que ya es algo. La tuberculosis equivale, por lo menos, a la vuelta de la lírica, que 44.000, desahuciados y viéndolo todo azul, como Bécquer en su celda de Veruela, entre que sólo escriben testamentos -como decía Cela que había que escribir- y lo de ver las cosas azules, yo digo que esa gente no sabe mentir. Y así es cómo el Santander y el BBVA y Caja Madrid nos trajeron la tuberculosis. Y con ella la lírica y «La montaña mágica» y su sustitución y traslado desde Davos por el aire hasta Guadarrama, que no es lo mismo, pero ya verán que también. Que los tuberculosos son todos cosmopolitas.

El hospital universitario de Schleswig-Holstein, que aunque no lo sea ya tiene nombre así como suizo o tirolés, alpino, dice que las cepas vienen de Rusia y centroeuropa. Y, habida cuenta de que los Alpes están sobre todo para curar la tuberculosis, y que los Alpes son ópera hecha paisaje, ya verán que tenemos el garito montado.

Se recomienda un año de hospitalización, que es lo que se tarda en escribir la novela o la ópera, que son las que realmente curan la tuberculosis deshaciendo un nudo que te había salido en el pecho y que es puro reduccionismo pensar que tenía nada que ver con un virus o una bacteria.

Eso si es verdad que la tienen, que yo creo que los sanatorios de los Alpes estaban llenos de suplantadores sanos que eran pura nostalgia por la tuberculosis, por los masivos Alpes y por el tiempo cuántico.

La tuberculosis es algo tan ínsito a la literatura que entre los escritores se distingue a los descreídos (Cela, Dostoyevski) de los inocentes (Mann, Bécquer) por cómo tratan la tuberculosis y a los tuberculosos, si como una enfermedad de farsantes, que no se acaban de morir nunca y que dejan una larguísima cuenta a pagar en el balneario, o como un destino prematuro y común con la señora muerte.

Yo, si les soy sincero, prefiero no cogérmela.